No hay duda de que nuestros pensamientos influyen, condicionan y generan nuestro comportamiento. Siempre afirmo que para lograr desarrollar proyectos mineros primero debemos tener una forma de pensar diferente a la tradicional. Necesitamos un pensamiento o paradigma de generación de beneficios mutuos que satisfaga los intereses de todos o un paradigma de valor compartido en términos de Michael Porter. Para lograr valor compartido o beneficios mutuos debemos ser capaces de escuchar sinceramente al otro para entender que es lo realmente importante para el otro y así poder reflexionar juntos en soluciones que satisfagan los intereses, preocupaciones, temores y aspiraciones de ambos. En teoría de negociación esto se llama enfoque de solución conjunta de problemas.  

Para poder sentarnos juntos, lado a lado, y reflexionar juntos teniendo la genuina intensión de conocer los intereses (preocupaciones y aspiraciones) del otro para pensar juntos de manera creativa en la mejor forma de satisfacer los intereses de ambos, debo ser capaz de ver al otro como mi par, como mi socio, como mi posible aliado, como mi igual, como otro ser humano con virtudes y defectos. Si queremos generar beneficios mutuos, valor compartido y lograr desarrollar proyectos de inversión, al otro debo verlo como mi igual. No debo tener una actitud de superioridad frente al otro, ni actitud de Virrey, ni actitud o comportamiento discriminatorio, el otro es simplemente otro peruano, pero primero me la debo creer yo.

¿Podemos o queremos sentarnos lado a lado como iguales? Esto me trae a reflexión la caracterización de la sociedad limeña que se hace en un episodio de la serie Bolivar transmitida en Netflix, durante el encuentro entre Bolivar y San Martin mientras intercambian expresiones sobre la clase de gobierno que se debería instaurar en Perú. Cuando Bolívar reclama a San Martin sobre su propuesta de instaurar una monarquía, este responde: “Ud. no conoce la naturaleza de la sociedad de Lima, ellos no saben vivir sin castas, necesitan saber quién está arriba y quien está abajo (…)”.

Curiosamente, hace unos días, Rafael Roncagliolo, en su articulo “Más allá de Tía María”, afirma que el conflicto social cubre los siglos XIX y XX y cita a Juan Bustamante Dueñas, líder liberal de la Rebelión de Huancané y vocero de las comunidades en el Congreso Constituyente de 1867: “Mi lema y mi programa son que los indios no sean excluidos de los beneficios sociales que la esplendente independencia del Perú prodiga a los blancos”. Yo me pregunto, ¿Seguirán existiendo exclusiones?

También se conoce que, en el contexto de la Rebelión de Huancané en 1867, "a pedido de los hacendados, el gobierno envió un ejército al mando del general Baltazar Caravedo, con la misión de someter a los indígenas. Pero Caravedo se rehusó a ejercer la represión y prefirió el diálogo." ¿Cuántos hoy en día tienen la disposición y voluntad de dialogar de igual a igual? ¿No será que seguimos pensando que a los indios hay que someterlos? ¿No será que seguimos pensando inconscientemente que las poblaciones locales, vecinas de proyectos mineros y comunidades en zonas de influencia deben simplemente aceptar la llegada de proyectos mineros en su zona, caso contrario, someterlos al principio de autoridad? ¿No será que las poblaciones locales desean tener conversaciones francas y abierta de igual a igual entre peruanos? ¿Por qué será que actualmente líderes y autoridades locales recurren a expresiones de respeto e identidad cuando se les habla de proyectos mineros?

Alguno podría afirmar que esto es historia, y que hoy el presente es diferente. Sin duda es posible, pero también recuerdo a colegas que trabajan con personas dedicadas a la minería de pequeña escala, quienes afirman en repetidas ocasiones que el problema con la falta de solución a la minería informal es que la gran minería no quiere dejar entrar al club a la pequeña minería, “nos discriminan”, me dicen.

Si el gobierno de Perú tiene iniciativas legislativas con el objetivo eliminar la discriminación étnico-racial en la sociedad, quizás es porque aún existe racismo en el país. Me cuesta creer que la causa de la limitada capacidad para sentarse a dialogar lado a lado entre iguales para lograr beneficios mutuos y el desarrollo de proyectos mineros sea un tema de racismo (discriminación por raza), pero si percibo que hay una marcada discriminación entre peruanos, desde el Perú urbano hacia el Perú rural, desde el Perú oficial hacia el Perú profundo, desde el Perú formal hacia el Perú informal, y viceversa. Algunos colegas bien educados afirman que el problema es el “Establishment”, es decir, el conjunto de personas, instituciones y entidades influyentes en la sociedad que procuran mantener y controlar el orden establecido.

Creo que Gian Marco Zignago desde la música y Gastón Acurio desde la gastronomía están cumpliendo un rol importante para cerrar brechas mentales entre peruanos, tratarnos como iguales y desterrar la discriminación. ¿Qué pasaría si el próximo jugador para eliminar la discriminación para permitirnos dialogar entre iguales para generar beneficios mutuos y lograr el desarrollo del país fuera la empresa minera? ¿Qué pasaría si reflexionamos sobre la manera como pensamos sobre el otro y como nos tratamos?

Como dice el Profesor William Ury, mediador, autor y gurú mundial número uno en negociaciones y resolución de conflictos, “el mayor obstáculo que tenemos para conseguir lo que queremos somos nosotros mismos”. Considerando nuestras propias limitaciones para generar valor, solo cuando sepamos aceptarnos como iguales y tratarnos con respeto mutuo, seremos capaces de asumir el paradigma del desarrollo, un paradigma de valor compartido y beneficios mutuos para todos, para desarrollar proyectos mineros en el Perú.